Polonia: Cuando crees que lo has visto todo…

Ayer nuestro compañero de facultad y amigo, el señor Guillermo, nos comentó que venía a Praga, él estuvo el año pasado aquí de Erasmus y viene a recordar viejos y buenos tiempos. Esto me hizo dar vueltas a la cabeza y pensar que sólo una persona ha venido a aprovecharse de mi situación en Praga. No es ninguna recriminación ni mucho menos,comprendo que la situación en España es la peor de las posibles, que muchos estáis en paro y que los vuelos a Praga tienen un sobreprecio que nadie entiende, pero me parece increíble que nadie se aproveche de la oportunidad de tener un amigo, conocido o familiar en otro país. De verdad, echarle cara, no os cortéis y viajad, siempre vas a descubrir nuevas cosas, siempre te va a sorprender un edificio, una historia o una forma de vida distinta, y sólo si todo esto te lo explica alguien de primera mano llegarás a conocer verdaderamente lo que cada país esconde en cada uno de sus rincones.

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Lo que te puede pasar, al viajar tanto, es llegar a pensar que nada te va a sorprender y menos después de visitar países tan importantes como Austria o Alemania. Pero de repente llegas a Polonia, coinciden dos días de sol, el inicio de las terrazas de primavera y te dejan un coche de alquiler y piensas que este país, del cual sabías poco antes de organizar el viaje, podría ser un destino perfecto para unas vacaciones, una pequeña estancia y porque no, un sitio donde vivir una temporada. Todos coincidimos en que Polonia nos sorprendió, superó nuestras expectativas como país en belleza, trato con la gente, ambiente…hasta el punto de encontrar pocos aspectos negativos, de hecho no se me ocurre ninguno a día de hoy.

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Nuestro viaje empezó en Wroclaw, antiguamente denominada Breslavia, una de las ciudades más importantes y pobladas de Polonia. Diviértete buscando los más de 175 enanos repartidos por toda la ciudad. Aunque la leyenda cuenta que llegaron para vigilar a un duende que robaba la comida a sus ciudadanos, su verdadera historia forma parte de un movimiento anticomunista llamado The Orange Alternative, que trataba de ridiculizar al gobierno en funciones. Actualmente el grupo sigue activo y protesta por la injusticia social. Además Wroclaw cuenta con una colorida arquitectura, numerosas plazas y torres y diversidad de bares y pubs para disfrutar en compañía. Os recomendamos visitar el Jardín Japonés, sólo vale 2 euros (no se cuantos zlotys) y está cuidado al detalle, obtendréis buenas fotos para poner de portada en el Facebook.

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Nuestra siguiente parada fue Cracovia. La ciudad te recibe con su majestuosa plaza, una de las más bonitas y grandes que conozco, rodeada por numerosas terrazas y con su famoso mercadillo en el centro de esta, el trasiego de gentes y carruajes te hace sentir en una ciudad que no se detiene, un continuo movimiento del cual quieres ser participe, derrocha vida y alegría, y tiene algo que hemos echado en falta en invierno, ¡¡¡ hay niños en la calle !!!…sólo tengo comentarios buenos y buenos recuerdos, pero que hablen las fotos.

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Si dispones de tiempo debes realizar los dos Freetour disponibles, uno por el centro histórico y otro por el barrio judío, además todos los guías son nativos y tienen que realizar exámenes y aprobarlos para ejercer como tal. Sobretodo si eres cinéfilo debes hacer el segundo,ya que el recorrido pasa por muchos de los escenarios que Steven Spielberg escogió para una de sus obras maestras, La lista de Schindler.

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Piérdete por sus calles, sube al castillo, recorre el río y sal de fiesta, en cualquier faceta Cracovia no te defraudará.

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Dos excursiones imprescindibles, sobretodo si tienes coche, son el archiconocido campo de concentración de Auschwitz y la visita a las Minas de Sal. Para ser sincero me defraudó un poco el campo de concentración, esperaba encontrarme un paisaje desolador y me encontré lo que casi era un parque de atracciones. Autobuses contados por decenas con miles de turistas charlando y adolescentes riendo, exposiciones simples y puestas al detalle para la foto, un grupo de unas 40 personas con una guía con prisas, a veces incluso se solapaban dos grupos llegando a estar unas 80 personas en una misma sala… difícil, muy difícil meterte en la terrible historia de este campo, una pena.

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Y pasamos a un parque de atracciones de verdad, Las Minas de Sal. Espectacular y divertidas, aunque un poco caras, nos sentimos como niños bajando y bajando escalones para meternos en las profundidades de una mina que supura sal por todas sus paredes, la propia guía nos invito a chupar las paredes después de decir, eso sí, que pasan un millón de personas anualmente que hacen lo mismo…¡¡¡ uhmmmmmmmm!!! Muy buen sabor de boca, aunque salado, nos dejaron las minas, sólo había que mirar la cara de Naranjo para saber que fue una experiencia que mereció la pena pagar.

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Christian

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